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Colega, dónde está mi camioneta?

Vamos a hacer un ejercicio extremo de contención verborreica para intentar resumir en un texto lo menos soporífero posible nuestros primeros días en el DF. El reencuentro con viejos amigos, el descubrimiento de nuevos colegas (bien chidos), nuevos sabores, tradiciones, muertos, barrios bien padre... vamos por partes. 

Toda la troupe: los anfitriones, los invitados y los chefs.

Los primeros días David nos acogió en su casa. Un depa cerca de Coyoacán donde hemos podido dejar a buen recaudo el telescopio y que nos sirvió de campamento base para comenzar la búsqueda de camioneta. IMPORTANTE: nadie te entenderá en el DF si preguntas por una furgoneta. Visitamos el centro histórico, la famosa plaza Garibaldi y el Tenampa, el Zócalo y vimos el desfile de muertos (curiosa su historia) desde la azotea de la librería Porrúa. Pero también visitamos barrios como Tláhuac, una colonia mucho más empobrecida de la periferia, donde intentaron timarnos con una Eurovan que no nos dejaban manejar hasta que no la pagásemos. Por suerte, la semana acabó bien padre: David nos invitó a una cena en casa de unos amigos suyos en uno de los barrios más exclusivos de Ciudad de México. Dos chefs (Marco y Marco) nos dictaron cómo preparar comida japonesa con toques mexicanos e italianos. Nosotros nos limitamos a hacer de pinches pinches, pelando tubérculos asquerosos, picando repollo y lo más importante: sacándole el líquido al tofu. No sé qué habrían hecho sin nosotros.

Los pinches pinches, con nuestras mejores galas

Poco después nos mudamos al que quizá sea el mejor Airbnb de la ciudad. Una casita con baño y Netflix (Stranger Things 2: check!) para nosotros solos en el jardín de una pareja súper agradable. Aparte de la búsqueda de camioneta, hemos podido saborear las tradiciones mexicanas, como una fiesta reggaetonera en una trajinera de Xochimilco con visita incluida a los Ajolotes y a las siniestras muñecas colgadas. Pero para tradiciones, el día de muertos, en el que lógicamente nosotros nos maquillamos de Katrinas con diferentes resultados: digamos solamente que a mí me maquilló el padre de la maquilladora de Nadia. Un electricista que si había maquillado antes alguna vez, lo disimuló muy bien. 

Las trajineras de Xochimilco
Altares del día de los muertos
La Katrina más guapa del Vallés

Seguimos con la búsqueda de camioneta, visitando una y otra vez el que ya es nuestro barrio favorito del DF: Tlalpan ❤️. Es una colonia muy grande al sur de la ciudad, pasado el periférico, que por algún motivo tiene la mayor concentración de camionetas usadas que hemos visto. Todas las búsquedas en nuestro portal de referencia (mercadolibre.com.mx) parecían apuntar aquí. De todas formas, aún no conocíamos el lugar más enigmático de la ciudad.

Cuenta la leyenda que al sur del DF existe un bosque de pinos tan altos que no dejan ver sus copas. Dicen, cuentan, que en lugar de piñas, de sus ramas caen Mercedes Sprinter usadas, y que lo regenta un chamán chaparrito llamado Víctor Espinosa, AKA El Sabio de Ajusco. Cuando le dijimos al Uber de turno (estamos agarrando más taxis que en toda nuestra vida) que queríamos ir al km 12 de la carretera Picacho-Ajusco nos miró durante unos segundos y debió pensar que su dinero valía más que nuestra vida, porque nos llevó sin rechistar. Al llegar, viendo que el punto que nos habían dicho estaba en mitad de una carretera sórdida rodeada de pinares, lo vimos muy claro: miramos al Uber con cara de gatito de Shrek y le suplicamos que nos esperara a la salida. Nos dimos la mano, cogimos aire y nos adentramos en El Bosque del Sabio. No podemos contar qué sucedió en aquellos parajes, pero sí podemos decir que salimos de allí con una sonrisa y con la ilusión de que quizá habíamos visto la que sería, más tarde, nuestra casa.  

La camioneta de Kani, que nos hubiera encantado tener...

Lógicamente uno no puede pretender comprar una camioneta usada sin tener ni puñetera idea de mecánica, como tenemos nosotros. La correa, la bujía, el radiador, la junta de la trócola... a nosotros nos suena todo igual, así que menos mal que contamos con la ayuda de Marco (y van tres, no es ninguno de los chefs). Marco es de estos italianos que no puede negarlo. Nos recibió en su taller con una camisa y un chaleco, todo un gentleman entre neumáticos. Nos llevó al mejor café que hemos tomado aquí de momento, acompañado de un croissant de Nutella con el que Nadia aún tiene sueños húmedos. Y de paso nos ayudó a descartar la camioneta más bonita que habíamos visto hasta la fecha: una Dodge del 84 completamente camperizada, pero con un motor resentido por los años. También nos ha ayudado a elegir entre las otras opciones que teníamos y seguro que será quien nos eche un cable con la instalación eléctrica y los últimos ajustes mecánicos. Todo un fichaje. 

Escribimos esto desde la casa de Chema, un Couchsurfing super buena onda que nos ha acogido, junto con sus compañeros de piso Ana y Kani, y que se conoce la ciudad como la palma de su mano. Con él fuimos ayer a un concierto benéfico de León Chávez Teixeiro en apoyo a un multifamiliar (un bloque de pisos) derruido por el terremoto de este septiembre. Aunque los barrios más afectados son los más ricos, hay también edificios de viviendas destruidos o inutilizados en zonas más pobres, donde sus habitantes no pueden permitirse una segunda vivienda y están, un mes y medio más tarde, durmiendo todavía en campamentos improvisados. 

El multifamiliar Tlalpan acordonado mes y medio después del terremoto

Esta semana cerramos el trato de la camioneta y la próxima os contamos cómo de infierno es arreglar los papeles de un vehículo en México (pinta divertido) y cómo pensamos camperizarlo para vivir. Se admiten sugerencias para el nombre de la furgo... Qué ganas de rodar!

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